Su estrella ya no era el centro de la galaxia del fútbol. Se había desplazado lejos de aquellos años gloriosos de azulgrana; entre las coordenadas rossoneras y su vuelta a Brasil, esa estrella apenas era un lucero. Brillaba cada vez que quería y aquel día, aquel 6 de octubre de 2010, no había forma de presagiar para el astro una noche como aquellas de París o Barcelona. Esa sonrisa de un Jar Jar Binks que reflejaba en su dentadura el resplandor de la Fuerza hacia la parte más oscura de la Estrella de la Muerte, escondía eso precisamente: un luto. El luto de haber perdido a su padre cuando aún era un niño. Tantos años y tantos goles después la muerte volvió a jalarlo de la camiseta cuando su vida se enfilaba a la portería del tranquilo retiro. Aquel 6 de octubre de 2010, minutos antes de saltar a la cancha, a Dinho le avisan que su padrastro ha muerto. Esa noche pudo haberse regresado a casa, pudo haberse quedado en la banca o fingido una lesión, uno de esos “resentimient
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