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LOS MARES IGNOTOS

Germán Arciniegás, en su librote Biografía del Caribe, hace un perfil interesante de quienes descubrieron para Occidente las tierras americanas. De Cortés a Pizarro, pasando por Vasco Nuñez de Balboa y Cabeza de Vaca, se trataba de tipos que no eran unos expertos navegantes con conocimientos sólidos de vientos y estrellas. Eran tipos con hambre de aventura, algunos eran cocineros, el propio Cortés era más conocido en España por rompecorazones. Encontraron la forma de hacerse parte de las grandes expediciones, Núñez de Balboa se escondió en un barril. Los movía el mar como promesa de un no sé qué que presentían.

Ahora, Carlos Meza, se ha lanzado a la aventura en estos Mares Ignotos. No sé cuál fue su proceso de escritura pero lo imagino trazando un poema, y al día siguiente trazando una narración cuando advierte que ambos textos se entrelazan. Y luego va navegando y sobre ese camino de la escritura va delineando este su mar. Casi apuesto a que Meza no sabía cuál sería el desenlace del libro hasta la hora en que simplemente sintió que había llegado a tierra.

Esa incertidumbre también le espera al lector que luego se dará cuenta del híbrido mar en que se ha metido: un libro que a la vez es y no es un poemario, una colección de relatos, una novela. Meza tiene ambición y eso, se agradece enormemente. Los grandes descubrimientos se consiguen siguiendo esas líneas experimentales que pone en su libro. Optando por los caminos torcidos, por avanzar y regresar en el tiempo.
Desde su primer libro, Frank, había apostado por una escritura sobria, por un juego de códigos universal renunciando a caer en la utilización de esos símbolos que sólo nos remiten a los lugares comunes de este pueblón: el punchis-punchis, la misma geografía de la zona 1 y demás cuestiones a las que nos hemos acostumbrado en los últimos años. No se necesita encontrar esos lugares comunes para sentir la influencia de esta ciudad violenta en el universo de Meza.

Recaigo en ello recordando una frase que ayer publicaba Meza. Una cita de Kundera, quien a su vez citaba a Goethe diciendo que la literatura nacional ya no representa mucho hoy en día, entramos en la era de la literatura mundial y nos compete a cada uno de nosotros acelerar esta evolución. Sobre pasar lo “nacional” y lo de “moda” es arriesgarse, apostar por trascender más allá del buen recibimiento inmediato que otros textos más “pegajosos” pueden lograr.

Cuando empiezo a leer se van tejiendo en mi cabeza algunas líneas de conexión con otras obras. Así que si me preguntan a qué se parece este libro, me atrevería a decir que a El Maquinista, la película de horror psicológicio en la que aparece un extremadamente seco Christian Bale. Asistimos en su libro a la contemplación del delirio sobre el suicidio, la soledad y el oficio de escribir de cada uno de sus personajes.

Es grato encontrar una ficción que trasluce las preocupaciones del hombre. Hay ese juego de cuestionarse sobre el oficio de escribir y sobre la vida, no en una impostura de voz, sino en un sentimiento que se yergue desde las palabras. Llegó a creer que todos los personajes en realidad son Meza mutando y camuflándose.

Si al principio se asiste a relatos de personajes que pueden llegar a parecer un poco planos, conforme se acerquen a las partes finales encontrarán esos nudos en los que el personaje y la historia terminan estallando. Hay que seguir navegando y navegando, intentando recolectar pistas. Conforme el relato avanza una y otra vez el libro exige poner la vista atrás.


Se agradece también esa exigencia de Meza al lector, no lo subestima sino que le pide su atención total. Quiere llevarlo más allá de la lectura lineal y también más allá del libro. Creo que hay que regresar a leer Frank y luego, sentarse a esperar sus próximos libros que irán conformando la novela de su vida. Por eso, repito una y otra vez, Los Mares Ignotos es una gran promesa.

*Este texto fue leído durante la presentación del libro  publicado por Editorial Cultura el 1 de abril de 2013.

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