El autobús abandonado entre los cerros
y la noche que cae sobre su motor aún caliente
huele a sangre la hierba / huele a sangre la hormiga
Nadie habla en el paraje
tiemblan los asientos vacíos
un chofer transparente mira la hora
un joven transparente intenta telefonear a su madre
hay un poema escribiéndose en la mente
de un cuerpo desvanecido. Un poema que decía:
tanto te amé yo,
que reventé con mi boca
avenidas y
monumentos para intentar tallar en la piedra tu nombre
tanto te amé yo,
que puse mis ojos sobre tus manos
que envolví mi
cuerpo desnudo en una bandera rasgada por el viento.
Una bandera en fanfarria militar, procesionada
un grupo de cadetes haciendo los honores
toda bandera es mortaja
Huele a sangre la puerta a cuyos pies nace una plaza
Yo pienso en un autobús vacío y lo veo parqueado
varado justo sobre la esquina. El resto de autos lo
atraviesan
El hombre y su portafolio, lo hieren.
El autobús abandonado enciende su bocina
Nadie lo escucha pero el bocina más fuerte.
Luego la campana de la catedral recordando que son las
12.
Ya vamos tarde. El semáforo sigue dando verde.
Las ausencias sueñas. Un sueño que decía:
Susurré al pájaro
en el desierto, comí arena y oré
uno tras otro el
nombre de mis amigos como una cadena
uno tras otro el
nombre de los pueblos de los niños que no conozco
pero que algunas
veces, me sueñan. Y yo los sueño
Y salgo a jugar con
ellos. Les digo mi nombre al oído.
Entonces tiemblan
de miedo, no me conocen.
Soy una silueta
impresa en una hoja de papel
que ha sido
arrancada de todos los muros.
Me levanto al día siguiente. Con mi cara de obrero manso
Un autobús abandonado me espera en la puerta de mi casa
Yo prefiero agarrar la avenida a pie. Pero me persigue
Lo veo algunas noches
encendiendo las luces altas frente a mi ventana
lo veo algunas noches escondido tras una nube cruzando el
cielo
Algunas veces mi cuarto huele a sangre
Algunas veces la libreta de la cuenta del banco
Otras veces es el plato de la cena, el reclinatorio en el
santuario.
Luego me recuerda mi propia muerte que no voy a ningún
lado
entonces busco un asiento libre, arriba al bus abandonado
–no hay ninguno- a
la derecha –no hay ninguno- a la izquierda
solo un mar de transparencias como una brisa persistente
la brisa canta. Yo me agarró al pasamanos y ella canta:
mi vida, que este
camino que iba hacía a ti acabó en barranco
mi vida, que yo que
soñé para ti un futuro de cobalto
que yo que para ti
tejí la sábana negra bordada con estrellas
un libro hermoso de
un hombre que se come al fuego
un poema hermoso de
un hombre que tiene por pecho
una metrópolis
entera. un cuadro hermoso, un hijo hermoso
hermosas las
praderas, hermosos los perros meneando su cola a tus pies.
y no me mires así
no me mires así
que más me enamoro.
Hay un bus abandonado bajo un cielo naranja en el
desierto
hay un bus pintado con el celeste del túnel que se abre
al llegar la muerte
las tortugas se posan sobre las huellas de las llantas
hay pájaros azules construyendo nidos sobre los vidrios
reventados
pongo mi rostro contra los cristales y veo el mar eterno
transparencias que construyen barcos muy lejos de las
costas
transparencias
con las manos y los pies atados
transparencias
con bandera sobre ojos y boca
transparencias
que se hacen humo sobre las rocas
un día será la lluvia
lloverá
43 horas
43 meses
43 años
un autobús abandonado
brilla el fuego en el centro de la plaza
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